miércoles, 2 de marzo de 2011

"De la aleta a la mano" - Begoña Merino

"Hace 300 millones de años, en un mar sin nombre, vivía un pez algo torpe para nadar. Las aletas que antes le habían servido para impulsarse en el agua habían cambiado de forma y proporciones. Por culpa de esos apéndices algo inservibles ahora, se arrastraba por los fondos rugosos o las rocas marinas. Y ese cambio en su forma de desplazarse le hizo más vulnerable a sus depredadores. Sin embargo, esa deformación de las aletas que bien podía parecer una maldición, era el anuncio de un fenómeno inminente sin el que tal vez los humanos no estaríamos aquí tal como somos. Esa especie de pez tetrápodo huyó del agua a la tierra sin saber que su destino era convertirse en el pariente más cercano de los tetrápodos actuales –los anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos- y entre estos últimos, nosotros.
Quien no se ha asombrado y deleitado contemplando las evidentes similitudes físicas de un chimpancé con los humanos. No es difícil aceptar que compartimos un tronco evolutivo común. Sin embargo, para desvelar los orígenes compartidos de nuestra especie con el pez del que hablábamos antes hay que pensar que un modo que nos permita ignorar lo que sugieren las apariencias. Lo cierto es que compartimos muchas características con los peces tanto desde el punto de vista evolutivo como biológico: tenemos una boca con mandíbulas y dientes, ojos que funcionan de un modo similar, órganos internos con una misma función y ubicación, y tantas otras cosas. Es cierto que ellos cuentan con adaptaciones que les permiten vivir en un medio acuático: las más evidentes son las aletas para desplazarse y mantenerse en su medio, además de las branquias para respirar en el agua. Pero aunque nuestros órganos respiratorios sean distintos, usamos la misma molécula para transportar el oxígeno hasta las células, la hemoglobina, responsable de que la sangre de humanos y peces tengo el color que tiene, el rojo. Y es que en algo tenemos que parecernos, porque compartimos un origen común aún más antiguo que ese pez aventurero. Nos referimos a peces prehistóricos como el celacanto, que tiene aletas lobuladas. A partir de ese ancestro común evolucionó un grupo de especies que en algún punto abandonó el medio acuático para vivir en la tierra. Ese grupo de peces de distintos diseños es un observatorio privilegiado de la paulatina transformación de un animal acuático en otro terrestre. Y aunque de estas especies sólo se conocen bien unas pocas, hace unos años el hallazgo de un fósil en el Canadá Ártico completó de forma significativa la historia de esta transformación."


He tomado este artículo que aperecía en la revista "Redes" de Eduard Punset, escrito por la periodista Begoña Merino. Explica las similitudes evolutivas entre los peces y los humanos, poniendo por ejemplo un pez primitivo que fue adaptando sus aletas con extremidades más pesadas y más similares a las que los humanos tenemos actualmente. Ésto hacia que el animal fuera más propenso a ser devorado por los otros peces del mar, ya que se arrastraba por el fondo marino y le era más difícil nadar. Merino dice que la "maldición" que el torpe pez sufría dio lugar a los animales tetrápodos (de cuatro patas) actuales.

Luego expone los evidentes parecidos que tenemos con los peces (la hemoglobina, boca con dientes), ya que parece que estamos en distintas ramas de un mismo árbol evolutivo. Los humanos pudimos venir de este ancestro, que se fue adaptando al medio.

Finalmente este artículo nos muestra los evidentes parecidos que tenemos con el resto de los animales de la Tierra.

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